miércoles, 16 de julio de 2014

Engaños y mentiras.

No es la primera vez que oigo la frase 'si me engañas una vez es culpa tuya, si me engañas dos es culpa mía', lo he oído de ese chico que quise casi tan rápido como deje de hacerlo, lo oí de esas amigas que un día me dijeron confía en mi, y hoy, ahora, lo he vuelto a oír, esta vez era mi voz la que pronunciaba esa frase tan simple pero con tanto significado.
'Si me engañas una vez es culpa tuya...' Y lo hiciste me engañaste una vez, y fue culpa tuya pero también mía, por volver a confiar, por mentalizarme a creerte, por ir a contracorriente sin no querer prestar atención a todos esos comentarios con la excusa de que no entendía a que venían. Corrí lejos de esos 'aléjate', ¿por qué? sólo podía contestar eso, ¿por qué? Sólo quería divertirme, engancharme, reírme, ser feliz, libre, sin ataduras ni agobios, solamente quería ser yo. Y lo fui, juro que lo fui. Juro que me divertí, que con eso de irte y luego volver cuando tu quisieras me hizo engancharme, aferrarme a tu presencia mientras la pudiese disfrutar, prometo que me reí, que entre tantos besos y caricias fui feliz. Que eso de ser libre me encantaba siempre y cuando lo fuésemos juntos, cuando disfrutabas tu libertad con otras ya no me hacía tanta gracia, pero aún así seguí ahí. Y por eso me engañaste una segunda vez, o al menos lo intentaste.

'Si me engañas dos es culpa mía.' Y no lo fue porque no lograste engañarme, diría que confío pero mentiría, no confío y eso es lo que me ha salvado de ser engañada, soporto una pero dos no y mucho menos cuando ni debí aguantar el primer fraude. Sal de aquí, no quiero volver a verte. Comete tus mentiras, involucra a quien quieras, podrás hacerme dudar pero nunca voy a ceder, para mí esto se acabó el día que me llamaste y te volviste a ir sin fecha de vuelta, y no hay más. No voy a esperar. Corre, vuélvete a enfadar por esta afirmación como hiciste días atrás, pero, no lo voy a hacer, ya no porque no confíe, sino porque no quiero hacerlo, ya no estoy dispuesta a hacerlo. Me has engañado una vez y no ha sido culpa tuya, ha sido culpa mía pero no voy a permitir que me engañes dos veces, ya estoy cansada de repetir errores. 

domingo, 1 de junio de 2014

Saltando de un tren en marcha.

Y hoy, otra vez sin venir a cuento, como muchas otras tantas veces me vuelvo a preguntar, ¿actué mal? Se nota que echo de menos esa rutina de tomar una decisión y a las horas arrepentirme, y nadie lo entiende, y lo comprendo, pero intentad hacerlo, por favor. Y es que si no me arrepiento es que no lo quise, y si no lo hice soy una persona horrible, asquerosa,  lo que, pensándolo bien, no es que sea una novedad pero, a diferencia de otras veces, duele como si acabara de darme cuenta.
¿Qué se torció? Ja, vaya pregunta. La que se torció fui yo, él era un mástil, recto e infranqueable, y yo, yo era una pequeña rama a punto de ser destrozada por el peor vendaval que había azotado mi interior.
Que injusto fue todo aquello, tan rápido que ni pude mover un dedo para intentar impedirlo, todo mi corazón volvió a estar asolado de tinieblas y bastos llanos de desesperanza y de ansias de soledad, lo que era curioso ya que, hace tan solo unos meses lo que ansiaba era justo lo contrario, putos caprichos.
No pude soportarlo más, simplemente decidí no parar el tren, sino saltar de él al vacío, cualquier cosa era mejor que permanecer allí, sentada, enjaulada, o eso me esforzaba en repetirme mientras mi cuerpo experimentaba eso de la caída libre, intentando hacer oídos sordos y al corazón ciego, con la esperanza de que el famoso dicho fuese verdad. Pero no lo fue. Caí contra el duro y familiar suelo de las lamentaciones, y me arrepentí durante una milésima de segundo en la cual decidí que ya no más. Curioso eso de que no quería más arrepentimientos, pero no me importó en ningún momento eso de atormentarme con el pasado y vislumbrado la figura de un tren que parecía marcharse a toda prisa, alcanzando velocidades inimaginables sin tenerme a mi como ese gran lastre en su interior. Ay, su interior, como echo de menos su interior. Me encantaba ese brillo en sus ojos, haciendo parecer que las estrellas había dejado de ser unas segundonas en un cielo donde gobernaba la luna, y pasaron a ser parte de un universo interior que no tenía nada que envidiar a la vía láctea y sus constelaciones ni a nada de lo que aún no se ha descubierto. Y es que, no importa cuantas estrellas tenga, ni en que formas están situadas, sino cuanto brillen, y en brillar, en eso no le ganaba nadie.
Por todo eso yo era minúscula en comparación con él, y no sólo por el hecho de que me sacase más de treinta centímetros, sino porque era de esas personas increíbles que sabía quien era, y no amigos, no me refiero a eso de saber como te llamas, que te gusta y que odias, no, no me refiero a eso para nada. Me refiero a su universo interior, sabía cada ventaja y desventaja que tenía, sabía que quizás no brillaba en algunos ámbitos, pero, en los que le gustaba no brillaba, sino que arrasaba dejando una estela tan luminosa que nadie podía olvidarse de él. Sabía sus límites sin antes siquiera empezar a jugar, pero eso nunca le impidió seguir jugando, es más, los superaba en cada recorrido, siempre daba un paso más de los que el cuerpo estaba dispuesto a sostener, y se caía sí, él también se caía, pero sabía levantarse. Joder, el sabía quien era, y eso, eso no lo puede decir cualquiera. 

sábado, 26 de abril de 2014

Perfectos polos opuestos.

Eramos como polos opuestos, yo la Luna, tú el Sol, oscuridad deslumbrante, mentira y verdad, apariencia y realidad, nunca y siempre, insignificante y grandeza, frío y calor, tristeza y felicidad, yin y yang, nunca y siempre, tu y yo. Odio rechazando al rencor, mientras, tú buscas en mi interior, já, buscas amor, pobre iluso. Vibro, retumbo, tiemplo, las piernas fallan al ver como te acercas, eres como el fuego, ardo cuando toco tu pecho y joder, como lo echo de menos ahora que no lo poseo.
Oprimidos, alejados, huyendo, tu y yo, uno del otro, buscando la plenitud en los ojos de desconocidos parece ser que nunca comprendimos lo injusto que es llenarse gracias a la sonrisa de otro. Que injustos eramos cuando tu me sonreías y nos perdíamos sin pensarlo, cuando intentábamos encontrarnos desesperadamente en los labios del otro. Que hablo de injusticias si injusto es no poder volver a perderme en esa preciosa sonrisa, injusto es que no me encuentre en ningún otros labios y que ninguna mirada me ha vuelto a producir lo que me producías tú al hacerlo.
Cuando pasó lo inevitable, cuando el orgullo nos separó seguimos esperando impacientemente a que el otro nos encontrase, como si pudiese hacerlo, fuimos tontos. Realidad, triste y dura realidad, un día los besos se acabaron, un día el orgullo fue un motivo más para culparnos, joder, nosotros dimos sentido a tirarnos los trastos, sino que se lo digan a los platos que volaron, o que hablen con ese portazo, él puso el punto final a esta historia, si todavía no me creen habla con él, o con estas lágrimas que derramo por su culpa, seguro que son igual de frías que esa última mirada que me echó. Debió de saber que ese 'ya no te quiero' no era real, lo sabe, sabe que seguía esperando a que me encontrase, pero no lo hizo, y no le culpo,
yo tampoco supe encontrarme.

Quizás, solo quizás todo ocurrió porque no supimos amarnos, quizás sí, haciéndolo nuestro, a nuestra manera, quizás eso sea el verdadero amor, pero, no sé porqué, lo dudo. Aunque, ¿qué más da si fuese o no amor? Mataría por volver a buscarme en cada recoveco de tu boca, y debo decir que no he vuelto a dormir bien desde que no cuento tus lunares antes de acostarme, que nunca he adorado tanto una imperfección como adoro ese hoyuelo en la mejilla derecha que se te forma cuando te ríes a carcajadas. No puedo decir que no te echo de menos, no puedo mentirte y decirte que no añoro eso de tenerte, pero, somos polos opuestos, y sí, que los polos opuestos se atraen, pero nadie me contó que la historia nunca acaba bien. 

domingo, 2 de marzo de 2014

Siendo libre.

Y se fue, ya no sé hace cuanto, sólo desapareció. Lo recuerdo como si estuviese en una nube, como si hubiese una neblina que no me dejase ver con claridad. Ella se dio la vuelta y desapareció, su larga melena castaña era lo único que lograba distinguir. Joder, es que me sé cada parte de su cuerpo, conozco todos y cada uno de sus lunares, sus pequeñas cicatrices y sus marcas de nacimiento, conozco su cuerpo desde la pequeña marca en la palma de su mano a esa cicatriz en el dedo meñique del pie derecho. La conozco joder, y ya no está.
No para de repetirse en mi mente un 'Vete a la mierda Manu', es su voz la que me lo dice, son sus ojos los que me miran, esos ojos castaños que estaban muy lejos de ser normales, ¿cuantas horas me había pasado mirándolos? Y aún así no conocía esa mirada, tan llena de rabia y a la vez de una tranquilidad tan inusual, era ilógico.
No sé si se fue corriendo o caminó con paso firme, no sé si se dio la vuelta o estaba caminando despacio, esperando que la siguiese. No sé si lloraba o estaba tranquila, o quizás enfadada con el mundo, o, feliz. No lo sé. Sólo sé que se fue. No recuerdo el motivo, ni si fue culpa mía, ni cuantas horas llevo sentado en este banco esperando a que vuelva, pero no lo hace. En mi mente empieza a rondar la idea de que no va a volver pero la aparto rápidamente, tiene que volver, no puede dejarme aquí, indefenso, sin ella.
¿Qué fue mal? He repetido todo lo ocurrido esta tarde en mi cabeza un centenar de veces, estaba más distante, pero, eso era normal, tenía unos cambios de humor bruscos, extraños. También estaba más fría, se le notaba hasta en los besos, hasta en la forma de mirar, en la forma en que evitaba mirarme a los ojos. Sabía que venía para irse. Y llueve, gracias. El mundo se ha puesto de mi parte y llueve, el cielo está negro, se avecina tormenta, aunque ya no tengo claro si es porque es invierno y la lluvia es normal aquí, o porque sabe que ella se ha ido y no volverá. ¿Por qué no vuelve? No sé cuanto tiempo llevo llorando. Las lágrimas son agradables, están calientes si las comparamos con las gotas de lluvia, se agradece.
No lo entiendo, eramos felices. Fuimos una pareja divertida, peculiar, odiábamos las cursiladas, las cosas típicas de las parejas y esas discusiones estúpidas de quien se quería más al otro. Estábamos bien riéndonos de esas parejas estúpidas que no podían sobrevivir sin tenerse el uno al otro. Que irónico es que la vida me haya abandonado desde que te giraste esa esquina y te perdí de vista, sintiendo que era para siempre.

En el fondo lo sabía, pero es que nos queríamos tanto, a nuestra forma, pero nos queríamos. Yo te quería solamente para mi, y tú... tú no parabas de repetir que no eras de nadie. Siempre con ese espíritu libre, con esas ansias de libertad, de aventura, de vivir. Siempre queriendo más, y más, y más, sin estar conforme con nada. Siempre libre, siempre mirando la palabra Sungurue tatuada en la muñeca. Cada vez que te veía haciendo ese ritual de acariciar el tatuaje, buscando un relieve inexistente, sabiendo de memoria donde empezaba y acababa cada letra, cual era el margen hasta la siguiente, luego, bajabas esa mirada perdida lentamente y te quedabas mirando ese tatuaje; podías dibujarlo con los ojos cerrados, estaba gravado en tu mente. Siempre me pregunté que pensabas mientras hacías eso, que es lo que estabas viendo con esa mirada perdida que cualquier otro ser humano no lograba ver. Nunca lo supe.
En mi interior siempre lo supe. Eras un alma libre, sólo estabas de paso en mi corazón, siempre hablabas de huir, de 'salir de aquí', nunca supe a que te referías, si era al barrio, a tu casa, a la ciudad, o... o quizás no te referías a nada, sólo ansiabas huir, buscar tu rumbo, ser feliz en un lugar desconocido, conocer nuevos lugares, no porque no te gustase estar aquí, sino porque eras libre. Siempre te ha gustado eso de caminar por calles desconocidas, sin ningún patrón, perderte por ahí, simplemente porque podías hacerlo, porque eras libre, siempre lo fuiste.

Debo salir de aquí, de este banco, de esta lluvia. Debo sacarte de aquí, de mi mente, de mi corazón, de mis recuerdos. Debo encontrarte, besarte, decirte cuanto te quiero y rogarte que vuelvas mientras pones esa media sonrisa de arrogancia. Debo buscarte y preguntarte que veías cuando mirabas tu Sungurue y luego, luego te dejaré ir, porque te conozco, porque sé que no te vas a quedar. 

lunes, 17 de febrero de 2014

Para variar.

El amor. ¿Qué es el amor? Amor, amor, amor. Todos hablan de él, todos dicen conocer a esa droga que después de probarla, joder como engancha. Amor, amor, amor. Más amor. Todos quieren amor. Algunos lo odian, lo aborrecen después de no conseguirlo, o lo intentan, lo quieren, lo desean, lo aman. Amar. Amar, amar y amar. Cuanto jode amar. Que bonito es amar, que feliz te hace una sonrisa cuando tienes a alguien a quien regalársela. Que enganche producen los besos cuando pruebas unos labios que te importan, que sanos son los mordiscos cuando te producen placer, que, que y que. ¿Qué es el amor? Lo que te produce el amor es lo que importa, no las absurdas definiciones, para nada exactas por cierto, de lo que es el amor, el amor no es nada y lo es todo a la vez. Lo que importa es lo feliz que te sientes cuando estas enamorado, aunque, en realidad, estas jugando en la cuerda floja, a punto de caer en el pozo en el que te hunde el desamor y la soledad. Pero que más da. ¿Para que mirar el futuro? Vive el presente. 
Imagina lo feliz que te hace ser el amor que te hace creer en las promesas, que te hace querer cumplirlas, luchar, querer cambiar para no tener que mostrar tu lado feliz como si fuese todo lo que pudieses ofrecer, como si fuese insuficiente, poco. No lo es. ¿Sabes lo bonito que es producir una sonrisa? ¿Sabes lo bonito que es que te quieran? ¿lo dulce que es querer?  ¿Sabes lo bonito que es que conozcan tu lado más triste y aún así sigan ahí? ¿lo dulce que es querer? ¿Sabes lo incorrecto que es querer? Y es que, que extraño que cuando mejor nos demostramos lo que nos queremos es en una guerra en la cama, o en esa sonrisa que interrumpe el beso, o en ese mordisco en el cuello, o en una caricia con las manos frías, en esa piel de gallina cuando te dice un te quiero, o lo guapa que estás aunque estés despeinada y con los zapatos llenos de tierra, en ese beso, en esa sonrisa, en esas letras en su nombre. Amor y más amor, por favor. 

Dolor, dolor, y más dolor. Dolor el que produce el amor, dolor el que te produce echar de menos algo que solamente has rozado, dolor el que produce la pasión cuando se acaba, dolor, dolor y dolor. ¿Qué más dará el amor cuando se ha ido? ¿No dicen que lo que importa es lo que se queda en las malas? Pues se ha quedado el dolor, nadie dijo que lo que permanecía fuera bueno. ¿Qué más dará la pasión si se fue casi tan rápido como llegó? Que, joder, que dolor produce echar de menos. Nadie me advirtió de eso. Nadie me dijo que querer duele, nadie dijo nada. Sólo susurraron un 'sé feliz mientras puedas', que mejor advertencia que esa. 

Que ilusa, que bonito fue mientras duró, no no no no no, olvida todo, deja de sufrir tontamente, ¿cómo se deja de amar? No sé ni como se ama, no sé querer, era inevitable eso no de saber olvidar.
Yo sólo sé querer a mi manera, y nunca es suficiente o nunca fue bueno, o no sé valorarlo, o quizás es que nunca fue. Quizás no sé querer, quizás siempre me ha parecido muy cursi eso de demostrarlo y quería que lo captasen con una simple sonrisa, que no era simple para nada. O, quizás era demasiado simple como para entenderla o preocuparse por hacerlo, quién sabe. Que más da. Dolor y más dolor, agonía. 

sábado, 8 de febrero de 2014

Que lo intento.

Y no lo entiendes, y no lo entiendo. No nos entendemos. Corremos, gritamos, exigimos respuestas sin siquiera tener claras las preguntas. Queremos salir de esta pero no sabemos sonreír, ¿cómo vamos a conseguirlo así? Bueno, ¿de qué hay que salir? Vuelta a no hacer las preguntas adecuadas, vuelta a que escribir me dé dolor de cabeza, repetimos eso de que cientos de palabras se amontonen y ninguna consiga salir. Cuantas ideas, cuantos temas quiero tratar, que pocas ganas de hacerlo. Me obligo a escribir, siquiera estoy atendiendo a lo que escribo, como lo escribo o a la mierda que estoy haciendo, me da igual.

Insomnio, dormir poco, pesadillas desde que cierras los ojos. Sudas pero no te mueves, oyes voces que te gritan pero no hay nadie, un 'dejadme en paz' retumba en las paredes de tu mente. Chillas, o al menos crees hacerlo. ¿Qué coño está pasando? No quiero volver a las pesadillas, no quiero volver a dormir dos horas y prometerme que las compensaré por la tarde, pero no las compenso. Me paso las tardes acostada en posición fetal, inmóvil en la oscuridad que me proporciona mi cuarto y la manta que tengo encima. Cerrar los ojos no sirve de nada, no consigo dormirme, tampoco es novedad.
Estoy cansada, muy cansada. Vuelvo a estar cabreada con el mundo, lo disimulo. Sonrío y me paro en donde me tengo que parar, no me permito caminar un buen rato para 'despejarme', nada de sentarse en bancos a colocarse pulseras, nada de escribir cuando debería estar en el instituto. Intento obligarme a estar bien, dejando la paciencia atrás y pasando de aguantar la mierda de otros. Yo voy primero. Ya no tolero gritos, ni bromas, ni nada. O me tratas bien o te piras. Y no se piraron, los eché.

Ya no cuento mis mierdas, no hay nada que contar. Es increíble poder decir que tengo días buenos, que los momentos en los que estoy bien van equilibrados con los que estoy a trozos, y me gusta. Consigo lo que quiero, me da igual lo demás, me da igual la gente que deje atrás y la confianza perdida con todo el mundo. Que si ya no contesto mensajes es porque no me apetece, que si solamente hablo con dos personas es porque me sacan sonrisas. Que me arrepiento de empezar a hacer, pensar, o decir un millar de cosas, pero, eso no harán que cambien, tengo que luchar porque no se vayan sumando arrepentimientos a mi conciencia, tengo que mirar el lado positivo entre tanta mierda. Siempre lo hay ¿no? Al menos no paran de repetirme eso.

Tranquilidad, retomo esta entrada dos semanas después de empezar con ella, cuando no apetece escribir no apetece. Empiezo a acostarme 'temprano', voy dejando eso de las madrugadas en vela y luego irme al instituto, tiro como puedo con el cansancio acumulado que no desaparece y con la seguridad de que cada vez menos gente me necesita. Y me da igual, y eh, que placer da cuando lo dices de verdad. Ya no necesito contar absolutamente nada, con el tiempo pasa esas ansias de consejo, de que tomen por ti tus decisiones, así
te pesaba menos la conciencia. Ya no tomo decisiones, no quiero hacerlo, ¿por qué debo tomar decisiones si no tengo claro nada? ¿Por qué tengo que respirar hondo y no enfadarme? Bah.
No voy a empezar a soltar mierda en esta entrada, tranquilidad.
No voy a decir que todo me va genial porque no, pero, joder, lo intento. 

jueves, 16 de enero de 2014

Sin sentido.

No me mires así si no me entiendes, no me digas como tengo que llevar mi vida si no sabes lo que vivo. Que no me digas lo que hay que hacer en cada situación, es mi vida. Me da igual si no entiendes lo que te digo, entenderme para mí es más importante que me entiendas tú.
Entender. Entenderte, entenderme. No hago nada de esas cosas, no logro comprender porque todos ellos son tan felices, no puedo comprender porque yo no lo soy. Sólo me límito a huir de toda persona que me muestra un poco de cariño, aparece un 'mierda' en mi mente por cada 'te quiero' que escucho, es un 'huye' por cada 'me importas', es puro instinto. Huir de cada persona a la que le importo por no hacerles daño, por no hacerme daño, quedarme con esas personas a las que se la sudo simplemente porque me sirven de entretenimiento.
No lo hago queriendo pero, es que, me resulta tan antinatural eso de importarle a alguien, me parece ilógico eso de permanecer durante un tiempo prolongado cerca de una persona que en un momento u otro se va a ir, sería sufrir a lo tonto. Quizás debería aprovechar todo el tiempo que pueda y disfrutar de esas personas, pero no puedo. Soy más de irme mientras  lo rompo todo por tener el placer de ser yo la que destroza mi vida. Y lo extraño es que nunca me ha importado hacerlo. Dicen que tú mismo es quien más se cuida, pero yo no, mi persona es algo que me resulta indiferente, ¿qué más da como me sienta? Sí, sé que aquí sólo escribo sobre mis mierdas y todo lo que conlleva, pero fuera mis cosas no existen, no importan, no se nombran. Fuera todo va genial. Aquí dentro seguimos en el invierno eterno. Mi interior se congela pero es que el frío también quema.
Yo, ardiendo o helandome. Yo, con los nudillos marcados. Yo, con moratones. Yo, con ojeras. Yo, con tinta en los dedos. Yo, con cicatrices. Yo, con sonrisas y miradas tristes. Yo, mejor.
Tú, tú y tú. No hay ningún tú. Me harto de escribirle a nadie, de declarar mi amor hacía alguien a quien todavía no conozco. O sí. O no. Quién sabe. Tú. Tendrás la mirada triste, lo sé, nunca me han gustado los chicos felices. Tú... Tú serás tú. Serás mi tú. Serás esa sonrisa tonta cada vez que te recuerde, serás el primer 'no puedo echarlo de mi vida' que pronunciaré, serás mi Luna, mi faro de Alejandria. Serás esa Luna llena que me gusta tanto, serás la primera estrella del cielo, tan brillante, serás esa lluvia fría que me despeja. Serás parte de mi Sungurue, de mi Shanti, de mi Lucha o Muere. Serás parte de mi.  Tú, no me llenaras, no es eso lo que busco. No me harás feliz, no es eso lo que quiero. No quiero que seas otro, quiero que seas tú. Ese tú.
Bah, que coño hablo si ni te conozco.

miércoles, 1 de enero de 2014

A chuparla.

Estoy cansada de tener que tomarme todo genial, de no contestar borde, de pensarme las cosas cuatrocientas veces y aún así, a los cinco minutos, arrepentirme. Estoy cansada de reprimirme los sentimientos, de callarme las cosas, de aguantar las mierdas de otros y silenciar las mías, estoy harta de tener que ayudar a tías cuando me gusta el mismo pene que a ellas, ¡coño!, que estoy hasta los ovarios de pensar siempre en los demás.
Sé que hay, una persona que me ayuda en todo lo que puede y más, y que no la merezco a mi lado, pero, macho, que estoy hasta los ovarios. Que tengo derecho a quejarme igual que todos los demás, estoy cansada de 'pues si sé que te lo ibas a tomar así no te lo digo', pues me suda la puta polla que no me lo digas. Me lo tomo como me sale de los ovarios, porque si me ofende y me jode lo voy a mostrar porque estoy harta, ya no cansada, harta de fingir delante de todo ser humano. Que todos tenemos días malos, yo también puedo tenerlos. Que todos pueden tener días en los que son inaguantables menos yo, que debo ser la que se coma los días de todos, pues no, hasta los ovarios ya. Si me enfado, te jodes. Si no te gusta, te largas.
 Enfadada el día de año nuevo, que puta novedad. Pero es que me tenéis hasta los putos ovarios, es gracioso que me vaya a quejar del egocentrismo cuando sólo he hablado de mi misma, pero, a chuparla, es mi blog.
Sí señores y señoras, comienzo el año con odio y rencor nuevos, rabia para el cuerpo, pero es que tenéis una bonita manera de enfadarme. Y según vosotros, no tengo derecho a hacerlo. Me enfado porque puedo, me sienta como una puta patada lo que me dices porque puede hacerlo, harta de ser tan hipocresía, harta de tanta mierda y de tantas mentiras, harta de escuchar todas las mierdas de los demás sin oír un puto
'qué tal', que yo también lo paso mal, que eso de interesarte por mi y por mis cosas no te va a causar un sarpullido, que la vida de los demás tampoco está mal, que por preguntar y esas cosas no creo que te vaya a arder la puta lengua. Medidas de año nuevo, te escucho si me da la gana. Ahora vais a ver lo que significa la palabra egoísmo. Por mi y para mi, me la sudáis, si quieres contarme algo, me vas a tener que escuchar primero, si te molestan mis malos días, te callas si quieres que te aguante los tuyos, sino, puerta. Feliz año nuevo.