Y se fue, ya no sé hace cuanto, sólo desapareció. Lo recuerdo como si estuviese en una nube, como si hubiese una neblina que no me dejase ver con claridad. Ella se dio la vuelta y desapareció, su larga melena castaña era lo único que lograba distinguir. Joder, es que me sé cada parte de su cuerpo, conozco todos y cada uno de sus lunares, sus pequeñas cicatrices y sus marcas de nacimiento, conozco su cuerpo desde la pequeña marca en la palma de su mano a esa cicatriz en el dedo meñique del pie derecho. La conozco joder, y ya no está.
No para de repetirse en mi mente un 'Vete a la mierda Manu', es su voz la que me lo dice, son sus ojos los que me miran, esos ojos castaños que estaban muy lejos de ser normales, ¿cuantas horas me había pasado mirándolos? Y aún así no conocía esa mirada, tan llena de rabia y a la vez de una tranquilidad tan inusual, era ilógico.
No sé si se fue corriendo o caminó con paso firme, no sé si se dio la vuelta o estaba caminando despacio, esperando que la siguiese. No sé si lloraba o estaba tranquila, o quizás enfadada con el mundo, o, feliz. No lo sé. Sólo sé que se fue. No recuerdo el motivo, ni si fue culpa mía, ni cuantas horas llevo sentado en este banco esperando a que vuelva, pero no lo hace. En mi mente empieza a rondar la idea de que no va a volver pero la aparto rápidamente, tiene que volver, no puede dejarme aquí, indefenso, sin ella.
¿Qué fue mal? He repetido todo lo ocurrido esta tarde en mi cabeza un centenar de veces, estaba más distante, pero, eso era normal, tenía unos cambios de humor bruscos, extraños. También estaba más fría, se le notaba hasta en los besos, hasta en la forma de mirar, en la forma en que evitaba mirarme a los ojos. Sabía que venía para irse. Y llueve, gracias. El mundo se ha puesto de mi parte y llueve, el cielo está negro, se avecina tormenta, aunque ya no tengo claro si es porque es invierno y la lluvia es normal aquí, o porque sabe que ella se ha ido y no volverá. ¿Por qué no vuelve? No sé cuanto tiempo llevo llorando. Las lágrimas son agradables, están calientes si las comparamos con las gotas de lluvia, se agradece.
No lo entiendo, eramos felices. Fuimos una pareja divertida, peculiar, odiábamos las cursiladas, las cosas típicas de las parejas y esas discusiones estúpidas de quien se quería más al otro. Estábamos bien riéndonos de esas parejas estúpidas que no podían sobrevivir sin tenerse el uno al otro. Que irónico es que la vida me haya abandonado desde que te giraste esa esquina y te perdí de vista, sintiendo que era para siempre.
En el fondo lo sabía, pero es que nos queríamos tanto, a nuestra forma, pero nos queríamos. Yo te quería solamente para mi, y tú... tú no parabas de repetir que no eras de nadie. Siempre con ese espíritu libre, con esas ansias de libertad, de aventura, de vivir. Siempre queriendo más, y más, y más, sin estar conforme con nada. Siempre libre, siempre mirando la palabra Sungurue tatuada en la muñeca. Cada vez que te veía haciendo ese ritual de acariciar el tatuaje, buscando un relieve inexistente, sabiendo de memoria donde empezaba y acababa cada letra, cual era el margen hasta la siguiente, luego, bajabas esa mirada perdida lentamente y te quedabas mirando ese tatuaje; podías dibujarlo con los ojos cerrados, estaba gravado en tu mente. Siempre me pregunté que pensabas mientras hacías eso, que es lo que estabas viendo con esa mirada perdida que cualquier otro ser humano no lograba ver. Nunca lo supe.
En mi interior siempre lo supe. Eras un alma libre, sólo estabas de paso en mi corazón, siempre hablabas de huir, de 'salir de aquí', nunca supe a que te referías, si era al barrio, a tu casa, a la ciudad, o... o quizás no te referías a nada, sólo ansiabas huir, buscar tu rumbo, ser feliz en un lugar desconocido, conocer nuevos lugares, no porque no te gustase estar aquí, sino porque eras libre. Siempre te ha gustado eso de caminar por calles desconocidas, sin ningún patrón, perderte por ahí, simplemente porque podías hacerlo, porque eras libre, siempre lo fuiste.
Debo salir de aquí, de este banco, de esta lluvia. Debo sacarte de aquí, de mi mente, de mi corazón, de mis recuerdos. Debo encontrarte, besarte, decirte cuanto te quiero y rogarte que vuelvas mientras pones esa media sonrisa de arrogancia. Debo buscarte y preguntarte que veías cuando mirabas tu Sungurue y luego, luego te dejaré ir, porque te conozco, porque sé que no te vas a quedar.
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