Las noches que he pasado en vela he aprendido a valorar el silencio.
He aprendido que lo que no te dice las palabras no te lo dirá el tiempo. Todos
dicen ‘‘tiempo al tiempo’’, pero, el tiempo es el peor consejero, solo
encontrarás las respuestas si decides resolver el problema, si te quedas de
brazos cruzados, ahí seguirá.
El tiempo no resuelve problemas, no recupera amistades ni arregla parejas, el tiempo, lo único que hace es pasar, y no espera por nadie.
No corras, tomate las cosas con calma, que por hacer todo más rápido no vas a salvar tú alma, al contrarío, cuando llegue tú fin te arrepentirás de a ver vivido así.
Hoy estoy melancólica, no quiero crecer, son 15 años y me pesan como si fueran 20. No me duele cumplir años, me duele perder los pasados, saber que esas carreras con tus amigos no las volverás a recuperar, ya sea porque ya no te importa quedártela, o por las apariencias que hay que guardar.
Me acuerdo de cuando jugaba a las casitas con mi abuelo, o cuando le hice una búsqueda del tesoro chorra a mi prima pequeña, já, que tendría yo, ¿10, 11 años? Y solo lo hice por que lo vi en la tele, y allí, la niña estaba muy contenta, solo quería que mi prima se pusiese igual que ella. Me acuerdo como era capaz de esconderme en cualquier sitio con tal de que no me pillaran, debajo de los coches, en los jardines, portales, y cuando me sentía más atrevida, pedía a gritos que me cogieran, joder, cuantos recuerdos…
Recuerdo ese fin de año que discutí con una amiga. Cada cicatriz en las rodillas o en los codos tiene una historia. Todavía recuerdo como en el patio de prescolar, mis amigos y yo, jugamos al rugby, recuerdo como me caí de cabeza en una de las embestidas, todavía me rio al recordar la cara de preocupación de la cuidadora del comedor, nos prohibió estar en el patio ese nosotros solos, y menos jugar al rugby.
Lo que más me duelen de los recuerdos es que son parte del pasado. Ahora, mi prima no es tan pequeña, tiene casi 10 años, ahora ya no juego a las cogidas, ahora hago otros deportes, como jugar al baloncesto. Ahora las discusiones no se arreglan con un ‘te ayudo a coger a tal si te llevas conmigo’, ahora son más duras. Ahora si te caes te levantas, sin caras de preocupación a tu alrededor ni prohibiciones.
Cuando paso por la calle y veo a niños corriendo, jugando, siendo felices, no me puedo evitar preguntar si cuando crezcan un poco más se les esfumará toda la felicidad, como me paso a mí.
El tiempo no resuelve problemas, no recupera amistades ni arregla parejas, el tiempo, lo único que hace es pasar, y no espera por nadie.
No corras, tomate las cosas con calma, que por hacer todo más rápido no vas a salvar tú alma, al contrarío, cuando llegue tú fin te arrepentirás de a ver vivido así.
Hoy estoy melancólica, no quiero crecer, son 15 años y me pesan como si fueran 20. No me duele cumplir años, me duele perder los pasados, saber que esas carreras con tus amigos no las volverás a recuperar, ya sea porque ya no te importa quedártela, o por las apariencias que hay que guardar.
Me acuerdo de cuando jugaba a las casitas con mi abuelo, o cuando le hice una búsqueda del tesoro chorra a mi prima pequeña, já, que tendría yo, ¿10, 11 años? Y solo lo hice por que lo vi en la tele, y allí, la niña estaba muy contenta, solo quería que mi prima se pusiese igual que ella. Me acuerdo como era capaz de esconderme en cualquier sitio con tal de que no me pillaran, debajo de los coches, en los jardines, portales, y cuando me sentía más atrevida, pedía a gritos que me cogieran, joder, cuantos recuerdos…
Recuerdo ese fin de año que discutí con una amiga. Cada cicatriz en las rodillas o en los codos tiene una historia. Todavía recuerdo como en el patio de prescolar, mis amigos y yo, jugamos al rugby, recuerdo como me caí de cabeza en una de las embestidas, todavía me rio al recordar la cara de preocupación de la cuidadora del comedor, nos prohibió estar en el patio ese nosotros solos, y menos jugar al rugby.
Lo que más me duelen de los recuerdos es que son parte del pasado. Ahora, mi prima no es tan pequeña, tiene casi 10 años, ahora ya no juego a las cogidas, ahora hago otros deportes, como jugar al baloncesto. Ahora las discusiones no se arreglan con un ‘te ayudo a coger a tal si te llevas conmigo’, ahora son más duras. Ahora si te caes te levantas, sin caras de preocupación a tu alrededor ni prohibiciones.
Cuando paso por la calle y veo a niños corriendo, jugando, siendo felices, no me puedo evitar preguntar si cuando crezcan un poco más se les esfumará toda la felicidad, como me paso a mí.
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